Historia
En
octubre de 1991 se realizaron investigaciones arqueologías por parte
del Departamento de Antropología del Estado Táchira, en la aldea
Colinas de Queniquea, donde se localizó un yacimiento de 5.5 ha.
en el cuál se podía observar una aldea prehispánica en su
configuración total, conformada por 30 terrazas
alineadas horizontal y verticalmente determinando sus orígenes en
300 años a.C..
En las investigaciones se observó un grado de desarrollo cultural
tecnológico insospechado para esa época, debido a la construcción
de las terrazas, los muros de contención en forma ovalada,
reforzados por hileras de piedra, viviendas en forma circular,
residuos de madera de postes de las viviendas, caminarías de piedras
naturales que quizás adaptaron para facilitar el ascenso y descenso
de sus pobladores, al igual como desagües de las corrientes de agua
para la época
de lluvias;
también por la tradición en cerámica usada como tiestos,
manos
de moler,
vasijas de forma y decoración variada, martillos,
piedras semitrabajadas en forma de puntas, hachas,
piedras
de moler,
carrete de piedra, punta de lanza, pulidores, lajas pulidas, lascas,
Cuarzo
blanco con cortes, Granito,
restos óseos (Fémur,
Dientes
de leche,
molares),
cuentas de azabache,
cuentas de hueso
cóncavas,
que utilizaban en sus actividades cotidianas.
Se considera que la población que habitaba la aldea era de posiblemente 150 habitantes, y se consideró como la civilización KENIKE. Se afirma que no se sabe de la existencia en ninguna parte de Venezuela una concentración similar de terrazas como las halladas en la aldea de Colinas de Queniquea, por lo que se considera que es la primera evidencia de un pueblo prehispánico en el país.
Grandes
estudiosos como Julio C. Salas y Alfredo
Jahn,
por mencionar algunos han dado hipótesis a los primeros
asentamientos indígenas del Táchira,
dando a la región de Queniquea la cuna de la civilización Kenike.
Don Tulio
Febres Cordero
es más explícito y señala que todas estas tribus estaban asociadas
a “la vasta población indígena que tenía su centro principal en
la altiplanicie de Cundinamarca,
asiento de los Muiscas,
cuyo imperio ocupa el tercer lugar en el orden jerárquico de la
antigua civilización del nuevo mundo”. Y, más recientemente la
arqueóloga Reina Durán ha señalado que en Queniquea, en la aldea
Machado se encuentra el Machu
Picchu
tachirense. Lo cierto es que el nombre de Queniquea pervive, y es un
nombre indígena y que ya Don Tulio Febres Cordero señala en su
lista de poblaciones indígenas del Táchira. La arqueóloga Reina
Duran en una clasificación muy interesante que hace sobre las
poblaciones indígenas señaló que “los quiniqueos” pertenecen a
la familia Aruaca.
En ese periodo histórico que se pierde en el tiempo, los indígenas denominados Queniques, vivían de la tranquilidad, sembrando el campo, adorando a sus deidades, hasta que un día el dios del Trueno les envió aquellos seres vestidos de metal. Esto sucedía el día que Juan de Maldonado cruza la ciudad del Espíritu Santo (La Grita) y dirigiéndose a la derecha llega a un Valle, el cual bautizara como Valle del Espíritu Santo (donde hoy se asienta San José de Bolívar) habitado por una aldea de nombre Babuquena, esto ocurría el 24 de mayo de 1561, allí Maldonado pernotaría con sus hombres aquella noche, como señala en sus Crónicas Fray Pedro de Aguado. Al día siguiente, Juan de Maldonado se dirige a otra meseta, donde encuentra otra aldea con los indios Queniques, es así como Juan de Maldonado descubre Queniquea el 25 de mayo de 1561. Juan de Maldonado y sus acompañantes debieron quedar admirados ante la belleza de estos paisajes, ya para 1601 el Juez Pedro de Sandes mandaría a construir un Monasterio en el Valle del Espíritu Santo a donde acudirían los indios del Capitán Gabriel de Anguieta del pueblo de Queniquea.
Al leerse con detenimiento las Crónicas de Aguado observamos y sentimos la travesía de Maldonado por el Páramo de la Cimarronera hasta llegar al Valle del Espíritu Santo y luego llegar a la Meseta de Queniquea. Señala Aguado que allí habían dos pueblos “Sunesua” y “Quenega”, Coincidencia o no, Quenega y Queniquea tienes mucha relación. Por lo tanto Maldonado entraría a la Meseta de Queniquea el 25 de mayo de 1561.
Luego
de su estadía en Queniquea, Maldonado continuaría su travesía
hacia el Páramo del Zumbador y de allí a San
Cristobal.
Más adelante el 8 de agosto de 1581 a Baltasar de Artiga le es dado
como recompensa el pueblo de Queniquea por el Cabildo de La Grita. En
ese intercambio de tierras Baltasar de Artiga entrega treinta indios
de Queniquea y su poblado al Cabildo, que luego fueron dados al
Capitán Gabriel de Anguieta.
Ya
para 1601, los colonos se habían repartidos los pueblos e indios.
Sigue en esta historia tan interesante otro nombre de un encomendero,
y es para 1631 que los indios Queniqueas que fueron antes de Gabriel
de Anguieta, después de la mujer de éste, serán entregados a Don
Juan Méndez y Miranda, Procurador General del Cabildo de La Grita.
Se pagó por el pueblo de Queniquea en 1631: 13 patacones y 6 reales
y medio por el tributo. La encomienda tenía 15 personas en total y
su cacique
se nombraba Mateo. Este Mateo es el primer queniqueo que se nombra en
las Crónicas
de Indias.
La historia - según Lucas Castillo - señala que Mateo, Cacique de los Queniqueas, respondió con franqueza al Cabildo que en la estancia de dos leguas de la población de Queniquea se sembraba algodón, maíz y trigo. El papel jugado por la iglesia católica en la formación de la sociedad queniquea después del periodo indígena es fundamental, desde los primeros curas doctrineros venidos junto con los conquistadores a fundar pueblos a comienzos del siglo XVI, hasta la creación del poblado en 1817, esto ha sido de primera importancia. La Iglesia fue un factor determinante en el desarrollo de la educación, la política, la economía y la formación espiritual de los habitantes de Queniquea, y por tal razón debemos mencionar algunos hechos, aunque sea de manera breve sobre la evolución de la iglesia queniquense. La historia de la evolución religiosa está muy ligada también a la historia del pueblo.
En
1628 pasan por Mérida
los primeros Jesuitas y Franciscanos, provenientes del Nuevo
Reino de Granada
y la Ciudad de León,
con destino hacia Caracas.
Al encontrarse con un mundo ideal para el recogimiento espiritual y
el estudio, con montañas coronadas de cumbres altas cubiertas de
nieve, bosques poblados de árboles de todo tipo y huertas feraces y
campos de cultivo donde la naturaleza se derramaba en abundancia de
frutos y flores, deciden quedarse en estos lugares. Muchos de estos
monjes Franciscanos y Jesuitas se internaron montaña adentro con los
colonos en la formación de nuevos poblados. Los Jesuitas, Dominicos
y Franciscanos, aparte de sus ocupaciones de tipo espiritual tenían
un sentido muy desarrollado para las actividades productivas:
desarrollaron una red comercial y agrícola muy vasta con haciendas
de cacao en el Puerto de Gibraltar en Maracaibo,
caña en Mérida, tabaco en Barinas
y otros productos. En la ciudad de Mérida contribuyeron mucho a la
educación al fundar el primer colegio bajo el nombre de San
Francisco Javier.
En
1778 se crea la Diócesis
de Mérida
de Maracaibo, mediante una Bula del Papa Pío
VI,
siendo el primer obispo Fray Juan Ramos de Lora de la orden
Franciscana. Desde su llegada a Mérida, despliega una gran actividad
civilizadora, con la erección de la Catedral, El Palacio Episcopal y
un seminario para formar nuevos sacerdotes, y sobre todo la
catequización para los Andes,
en ello estaba el Táchira.
Señala Lucas Castillo Lara que en la visita pastoral de 1805 hecha a La Grita, el Obispo Hernández Milanés traslada de Bailadores al Río Bobo al Padre Casimiro Mora, donde debía encargarse de una Capilla o Monasterio que estaba en ruinas en el Valle del Espíritu Santo, Monasterio hecho por los franciscanos en el año de 1631.
El
7
de octubre
de 1808 el Padre Casimiro Mora, funda en la meseta de los indígenas
Queniques al pueblo de Queniquea,
y ya para 1810 el Padre Mora se encuentra en Queniquea levantando
otra iglesia junto a los vecinos José María Roa, Cecilio Pérez,
Isidro González, Jacinto Ramírez, Rafael Ramírez, Feliciano
Pulido, Joaquín de la Rosa Pulido, José Florentino Pulido, Luís
Antonio Moreno y Antonio Bernabé Vivas. Lo cierto es que para 1816
vuelve el Padre Mora a Queniquea y se encuentra con desavenencias
entre sus pobladores, unos quieren al Padre Mora como sacerdote,
mientras que otros piensan en un cura de raíces queniqueas para la
fundación del pueblo, entre los que representan este nuevo proyecto
aparece Don Venancio Escalante, Enrique Roa, Antonio María
Contreras, José María Morales y Manuel Sánchez. El padre Mora
había restaurado el Monasterio del Río Bobo en 1806, pero los
queniqueos que tenían mayoría de votos, pidieron que se trasladase
a Queniquea la iglesia del Río Bobo y para ello ofrecen donar nueve
cuadras de tierra para la nueva iglesia. En estas discusiones los de
Queniquea querían como párroco al padre Pablo Antonio Morales,
cuyos antecesores eran de los primeros fundadores de Queniquea. Esta
solicitud es dirigida al Obispo por intermedio del Vicario Fernando
José García]. Desde Maracaibo, el 21 de diciembre de 1817, el
Obispo decreta la traslación de la Capilla de Río Bobo a Queniquea,
convertida desde ese día en Vice-parroquia de Nuestra Señora del
Rosario de Queniquea.

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